No podía faltar el poemario en las manos de mi querido amigo Jose Francisco Díaz-Salado. En su voz se hizo murmullo y sonoridad los versos que fueron conformando esta rima de huellas y sentimientos. En el programa de La Voz Silenciosa empezaron a crecer las estrofas de unos poemas para vivir y sentir más allá de las miradas diarias.
Gracias Jose Francisco, amigo y compañero de esta profesión que sabe a gloria cuando tienes al lado personas que aman la radio como tú y la cultura como bien universal.
Te busco cada mañana
abrazando la poesía naciente
con huecos que rellenan silencios,
con versos que besan la calma...
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